En la estrategia seguida con
Ucrania para llevarla hacia una alianza comercial, lejos, muy lejos de la
asociación al pacto comunitario, sin duda, hubo 2 gravísimos errores
UCRANIA: UN ELEFANTE SE
BALANCEA...
Por Elsa Claro
Ante todo, pensaron que en Kiev la ansiedad por enrolarse en la UE les
haría aceptar cualquier condicionante. No falta interés en ser miembros de Los
28, pero, según parece, no a cualquier coste, y la exigencia de Bruselas para
que liberaran a la ex primera ministra Julia Timochenko, quien cumple condena
por abuso de poder, tenía rasgos de insolente injerencia pero ningún vínculo con
los convenios económicos que iban a firmarse el 29 de noviembre. El parlamento
rechazó esa petición.
En la negativa a continuar el proceso, tuvo importancia considerable la
ausencia de estímulo financiero. Todas las naciones que concluyeron siendo
miembros de la UE, fueron cortejados a partir de suculentas promesas o
tentadores empujes. Créditos blandos, fáciles de liquidar y condescendencias
similares fueron otorgados a los aspirantes. Esos “fondos de estabilización”
necesarios para alcanzar ciertas armonías entre los nuevos adherentes y los
estándares europeos, no le fueron ofrecidos a Ucrania. No se pregunte el
motivo, pues, por ahora, no hay respuesta, a menos que semejante
excepcionalidad esconda una destemplada arrogancia.
Desde luego, se puede suponer que la UE está demasiado comprometida con las
ayudas a varias naciones miembros muy en apuros, comenzando por Grecia, algo
entendible, pero de ser así ¿por qué no admitirlo?
Otras dificultades que deslomaron el deseo ucraniano de figurar como objeto
de ambición y pugna encaminado a un supuesto destino de ascenso y distinción,
fueron exigencias que implican pérdida de soberanía o el cierre del camino de
regreso si, en la praxis, no les convenía continuar acompañado.
¿Cuáles? Obligaciones como sustituir el sistema legislativo propio por el
europeo, adoptar como única posibilidad de desarrollo el neoliberalismo y el
libre comercio en su variante embudo: inundar el mercado ucraniano con
producciones de sus socios occidentales, sin permitirles hacer algo similar a
la inversa.
Parecían dispuestos en Kíev a aceptar. Hasta último momento, entre
políticos y analistas, se manejó que durante la semana transcurrida desde el
día en que el presidente Víctor Yanukovich anunció la suspensión de las
tratativas con el pacto comunitario y el inicio de la cumbre en Vilna, era
posible que la UE llevara a la capital lituana una nueva opción, en cuyo caso,
las autoridades ucranianas podrían flaquear y concluyeran suscribiendo el
trajinado acuerdo.
La realidad desnuda es que para unirse a la UE Ucrania está obligada a
cambiar mucha o toda su tecnología, aparte de cambiar leyes. Según cálculos,
necesita alrededor de 20 mil millones de dólares anuales para hacer esa
reconversión y salir a flote en condiciones regulares. También se ve obligada a
aplicar medidas antisociales parecidas a las que se aplican en diferentes
países muy comprometidos y recargados de incertidumbre con respecto a su
futuro.
Algunos aseguran que debido a su afán de no perder el favor popular, a un
año de las elecciones, Yanukovich optó por no arriesgarse a emprender una
política de shock. Es posible, pero la lógica llana sugiere que teniendo tanto
por exponer y tan poco a lograr a corto plazo, cuando el Viejo Continente,
además, atraviesa por una delicada etapa y demasiada incertidumbre, lo
razonable era acogerse a la oferta de Rusia que sí se dispone a otorgarle
créditos y mantenerse como el primer comprador de Ucrania.
El analista Álex Corrons, enfoca el tema planteando que ante la evidencia
de que la Unión Europea abusa de los países del sur con los ajustes ordenados
por la Troika, vale suponer que “(…) la asociación con la UE… a lo mejor es un
suicidio para Ucrania”. Y se explica: “Las instituciones como el Banco Central
Europeo prestan el dinero a la gran banca internacional, principalmente a la
banca alemana, se lo presta al 0,75% o al 1% para que luego estos bancos
privados se lo presten al 7% a los Estados. Es decir, los Estados al entrar en
la Unión Europea, no solo pierden la soberanía monetaria, sino que se ganan un
buen paquete de intereses de deuda para pagarles a los bancos privados”.
Otra opinión pertenece a la investigadora belga Ria Laenen, publicada en
'De Standaard': “La Unión Europea intentó atraer Ucrania a la Asociación
(Oriental*) presentando solo sus propias exigencias (la reforma judicial y la
entrega de Yulia Timoshenko) sin proponer nada por su parte”. O sea, “No quiso
asumir ningún compromiso serio en materia financiera o económica.” No faltan
quienes remiten este episodio a una confrontación geoestratégica entre Moscú y
Bruselas, pasando por Washington, que ha tenido que ver con el asunto por vía
del FMI, donde predominan las decisiones norteamericanas, organismo que le negó
a Kíev un préstamo para aliviar sus tensiones económicas actuales y ayudar a la
reconversión industrial u otras exigencias si pacta con la UE.
Esa tesis se basa en que Rusia “amenazó” a Yanukovich con cortarle el
suministro de energéticos y no mantenerse como comprador neto de las producciones
ucranianas. En realidad y, aparte de lo conveniente de mantener ese mercado,
Moscú ofrece a su vecino la ayuda financiera que requiere, sin dilaciones.
Suponiendo que hubo coacción o esos movimientos se basen en el plan
euroasiático del Kremlin, para entrelazar varios territorios postsoviéticos
mediante la Unión Aduanera que ya cuenta con la filiación de Bielorrusia y
Azerbaiyán y la anunciada adición al proyecto también de Armenia, ¿cuál es la
diferencia entre el propósito de asociar a conveniencia un grupo de naciones en
torno a un proyecto? ¿Acaso válido para la UE pero no para Moscú? (* La
Asociación Oriental pretende comprometer a varios países del espacio
postsoviético a la UE, buscando ventajas pero otorgando escasos beneficios).
Los europeos se interesan en estas naciones porque poseen petróleo, gas y
valiosos minerales. En particular, Ucrania es el territorio sobre el cual pasa
un 30% de las conductoras con energéticos hacia la zona occidental del
Continente. Posee una extensa frontera con Rusia y tenerla de aliado frágil
cierra más el círculo tendido en torno a Rusia, a la cual le conviene sumar a
la propia, la industrialización y el personal calificado alcanzado por Ucrania
durante la era soviética.
La antigua URSS constituyó su entramado económico inter vinculando sus 15
repúblicas. Un significativo porcentaje de esas estructuras se mantiene a
través de la similitud tecnológica y varios factores concretos. Buena parte de
los 45 millones de habitantes de Ucrania son de origen ruso y no son las únicas
conveniencias mutuas. Darle la espalda a Moscú, perdiendo su mercado y
exponerse a las incertidumbres de cambios sin certezas de éxito ni plazos
cercanos, resulta insensato.
Entre los problemas a dilucidar, están las divisiones clásicas de la ciudadanía
ucraniana. Casi a partes iguales son pro occidentales o pro rusos. La
oligarquía interna y los intereses ajenos, se mueven para potenciar estados de
discernimiento a partir de esa parcelación del criterio. Son de esperar
jornadas intensas y complejas.
Aun cuando es obvio el éxito del Kremlin en la disputa por el importante
enclave, y pese a que distintos politólogos califican de enorme ese triunfo de
la administración Putin, el saldo de las negociaciones ucranio-europeas,
demanda prudencia y tiempo para despejar sus numerosas interrogantes. Este es
uno de esos suelos resbaladizos que incluso bien dispuesto, pueden provocar un
tremendo traspié.
Publ;icado por LaQnadlSol
CT., USA.
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