“Cuando la prensa habla del
‘partido socialista en Chile’, yo dudo que sea socialista. Y acá voy a hablar
de frente, públicamente: si Bachelet sigue en la Alianza del Pacífico, quedará
definido a quién corresponde, de dónde viene y qué quiere. Si no participa,
podemos pensar que, aun sin políticas socialistas, tiene sentimientos
socialistas. Eso lo veremos oportunamente…”.
EVO Y BACHELET: ¿CAMBIAR
PARA
QUE NADA CAMBIE?
Juan Manuel Karg
La reciente elección de Michelle Bachelet como nueva presidenta de Chile
abre diversos interrogantes. ¿Podrá avanzar en una Reforma Constitucional que
derribe la institucionalidad heredada del pinochetismo? ¿Qué hará en relación a
la integración regional, considerando que Chile fue –y es- dinamizador de la
Alianza del Pacífico? ¿Cómo actuará respecto a la demanda marítima de Bolivia,
impulsada por su presidente Evo Morales? Fue el propio Morales quien se
preguntó sobre el nuevo gobierno chileno y sus desafíos.
La revista argentina “La Garganta Poderosa” entrevistó, para su número de
diciembre, a Evo Morales Ayma, presidente del Estado Plurinacional de Bolivia.
Evo habló sobre temas de la coyuntura política internacional: la política de
EE.UU. ante América Latina; el asilo a Snowden; Monsanto y los agrotóxicos,
entre otros. Sin embargo, ante la opinión pública de nuestro continente fueron
sus dichos sobre el próximo período de gobierno de Bachelet en Chile los que
causaron mayor revuelo, sobre todo si a eso le sumamos la distante relación que
ya hay con el actual gobierno de Piñera, producto de varios “choques”
diplomáticos en cumbres presidenciales a raíz del legítimo pedido de salida al
mar para Bolivia.
Es que en esta ocasión Evo, con una franqueza admirable y alejado de la
fría diplomacia de otros jefes de Estado, se preguntó sobre los próximos pasos “geopolíticos” de Bachelet, al afirmar
que “hay algunos que quieren perjudicar
este proceso de integración, como hace la Alianza del Pacífico. Por eso, ahora vamos a ver
si Bachelet es realmente socialista”. La preocupación de
Morales no es ingenua: él ha sido un factor fundamental en el reimpulso de
nuevas instancias de integración autónomas de Washington, como son ALBA, UNASUR
y CELAC. Lo hizo, claro, junto a otros gobiernos: principalmente Venezuela,
Ecuador, Cuba y Nicaragua; pero también Argentina y Brasil. Sabe que frente a
estas instancias -con el visto bueno y el apoyo explícito de EE.UU.- ha nacido
la Alianza del Pacífico, bloque regional de gobiernos conservadores donde
además de Chile están Colombia, Perú y México.
“Cuando la prensa habla del
‘partido socialista en Chile’, yo dudo que sea socialista. Y acá voy a hablar
de frente, públicamente: si Bachelet sigue en la Alianza del Pacífico, quedará
definido a quién corresponde, de dónde viene y qué quiere. Si no participa,
podemos pensar que, aun sin políticas socialistas, tiene sentimientos
socialistas. Eso lo veremos oportunamente…”, prosiguió Morales ante la consulta sobre el tema
por parte del equipo de “La Garganta Poderosa”. Las declaraciones son
importantes en varios aspectos: exigen un posicionamiento de parte de Bachelet
sobre una herramienta de integración inexistente cuando ésta desarrolló su
primer mandato; y tienen también conexión con otras preguntas abiertas, de
gestión, pero atravesadas por factores políticos e ideológicos.
Por ejemplo: ¿desarrollará efectivamente un proceso Constituyente que pueda
dar por tierra con la institucionalidad pinochetista aún vigente en muchos
aspectos? ¿Podrá avanzar en desmontar la concepción de asimilamiento entre
educación y mercado que persiste mayoritariamente en el país trasandino?
¿Promulgará el debate sobre el reaccionario Código Laboral vigente, cuyos
vacíos legales desfavorecen a diario a millones de trabajadores precarizados?
¿Intentará modificar la extranjerizada matriz productiva chilena?
Estas son preguntas que Morales no se hizo, pero van de la mano de su
análisis: para salir del “status quo” que dejó Piñera, Bachelet deberá avanzar
radicalmente en transformaciones estructurales, que comprendan “lo interno” (es
decir, todas estas medidas que mencionábamos), y también “lo externo” (las
relaciones internacionales del nuevo gobierno, su alineamiento a nivel
continental –sobre todo en relación a ALBA, UNASUR y CELAC-, la apertura del
diálogo con Bolivia sobre la legítima salida al mar de ese país, entre otros
puntos). ¿Se animará a transformar estos aspectos o, finalmente, su llegada al
Palacio de La Moneda personificará un “cambiar para que nada cambie”?
Juan Manuel Karg. Licenciado en Ciencia Política UBA.
Investigador del Centro Cultural de la Cooperación
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