Con fina ironía, el columnista Helmer
Velásquez, habla en primera persona de rancio oligarca guatemalteco,
retrógrado, egoísta y con la visión de
las cosas y de los hechos al revés; quien ve en las demandas sociales de los
más pobres de Guatemala -los campesinos
sin tierra expulsados violentamente del valle del río Polochic, en Alta
Verapaz- un abuso en contra de
“honorables” familias de inversionistas
descendientes de alemanes (los Widmann emparentados con el expresidente Oscar
Berger), de impertinentes indígenas quekchís que ante el despojo acuden a la Corte Interamericana
de Derechos Humanos a denunciar la carencia de justicia del sistema judicial
guatemalteco, pero sobre todo poniendo de relieve la aparente ignorancia
histórica de los oligarcas usurpadores que, amparados en fementidos títulos de
propiedad, relegan el derecho de quiénes son los legítimos propietarios de las
tierras de Abialaya, nombre original
de América. Nada mejor para sentir un retortijó de indignación esta semana que
leer este excelente y breve ensayo periodístico de alguien que sabe bastante
bien hacer su oficio de una manera creativa. Luciano Castro Barillas.
Por Helmer Velásquez
Doce meses transcurren desde los trágicos y
reveladores sucesos acontecidos en el valle del río Polochic, en Alta Verapaz. La
tragedia llegó de la mano de la justicia, aquella que con ojos vendados y por
venia del titular de un juzgado, paradójicamente llamado de Paz, ordenó lanzar
a la calle a alrededor de 800 familias quekchís, que -como se “asienta en autos”- arrogándose derechos que según ellos se
remontan a ancestros de quienes no han podido precisar con claridad sus
nombres, más allá de dos generaciones previas, ni mostrar documentos legales
que acrediten aquellos derechos, situación que hace suponer al juzgador que se
trata, nada más, de una triquiñuela para engañarle y esquilmar derechos a
honorables hombres de negocios venidos de la capital de Guatemala, y cuya
honorabilidad le certifica ser descendientes de migrantes alemanes, llegados al
país a inicios de la centuria anterior. Y cuyos derechos, como debe ser, se
encuentran asentados en Escritura Pública fraccionada por Notario Público y
asentada en los registros pertinentes.
Existen, eso sí, problemas con el tracto
sucesivo de la “propiedad” aludida que se pierde en los archivos de la
historia, pero qué sentido tiene hurgar en el pasado si los quekchís -está comprobado- son errantes, no tienen arraigo a la tierra,
hoy están y mañana ya no, además no tienen tecnología, e insisten toscamente en
cultivar el maíz. Es decir, al igual que los derechos que reclaman, sus vidas
se corresponden al pasado. Pero
-imagínense ustedes gente de bien-
hasta donde habrá llegado la ignorancia y el atrevimiento de esta gente,
que no contentos con haber sido desalojados, acuden en un arranque de
terquedad, a la Corte Interamericana
de Derechos Humanos y solicitan medidas cautelares, las cuales de forma
inaudita, les son otorgadas; sin embargo, para fortuna de la sociedad moderna y
“el Estaddo de derecho”, el gobierno de Guatemala, socialdemócrata, no cumple
con la arbitraria medida, dictada por tan minusvalorada Corte.
Imagínense ustedes hasta donde llega el
atrevimiento de estos quekchís, que hasta piden justicia por la muerte de un
tal Antonio Beb Ac, que murió en la trifulca del desalojo, cuando en justicia a
los herederos de aquél habría que cobrarles las horas extras que trabajaron los
policías, los militares y el Señor Ministro de Gobernación con tal de ponerlos
en cintura. Traigo esto a colación porque ahora que el Polochic se moviliza
debería la sociedad y administradores del Estado ofrecerles alternativas de
acceso a la tierra y trabajo. La indolencia frente a sus demandas provocará que
continúe estirándose la pita…
Publicado por Marvin Najarro
Ct., USA.
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