Esta
semana, en el programa Enfoque 21. Minería ¿país rico o
país pobre? la Ministra
de Ambiente evadió -muy hábilmente, por
cierto- la pregunta sobre si Guatemala
tiene la capacidad para controlar a las transnacionales mineras. Dijo que la
minería no está aún en su agenda, que el MARN (Ministerio de Ambiente y
Recursos Naturales) somos todos los guatemaltecos y que -como su obligación es servir al pueblo de
Guatemala- ella no puede tener antipatía
hacia la minería. ¿Entienden? En el
mismo programa, el Ministro de Energía y Minas dijo que están trabajando en un
proyecto de reforma a la ley de minería, el cual espera que se apruebe este
año; que para resolver los problemas provocados por la minería se creó -en tiempos de Berger- el Viceministerio de Desarrollo Sostenible y
que ¡por supuesto! todos los guatemaltecos seremos tomados en cuenta. Llama
poderosamente la atención que alguien haya pensado que es congruente poner el
Viceministerio de Desarrollo Sostenible dentro de la institución que rige las actividades mineras, que son
absolutamente insostenibles. Yo no creo que el hecho de que el MEM esté
trabajando en proponer reformas a la ley de minería genere confianza, o
esperanza alguna, entre la población guatemalteca. Si fuera una iniciativa del
Congreso de la República ,
la expectativa de que algún día pudiéramos tener una buena ley de minería sería
aún menor. Los señores diputados al Congreso son, con poquísimas excepciones,
los funcionarios menos respetados y queridos por la población a la que deberían
representar.
Son
miles y miles de guatemaltecos los que se han tomado el trabajo (que no es poco) de organizar consultas
comunitarias y de participar masivamente, en más de 50 municipios, para
manifestar su oposición a la minería metálica. ¿Por qué a ellos no los toman en
cuenta, señores ministros Archila y Sobenes? Yo estoy segura de que somos muchísimos más
los que no queremos que se destruyan para siempre las montañas, que escasee y
se contamine el agua, ni que se enfermen los niños desnutridos de las áreas
mineras; que los que sí quieren, porque se benefician si la minería les da un
trabajo temporal o tienen negocios con la compañía. El tiempo para llamar a las
mesas de diálogo, a las comisiones de alto nivel o a la concertación ya pasó,
porque nunca pasó nada. Tal vez el peor legado de la minería metálica sea el
conflicto humano. Hoy están divididas las familias en las comunidades donde han
impuestos los proyectos mineros y está más dividida la sociedad guatemalteca. Estamos
divididos entre quienes quisiéramos heredarles un país decente a nuestros hijos
y aquellos que creen que el dinero es lo más importante del mundo y que sacar
el oro de las entrañas de nuestras montañas es lo más inteligente que podemos
hacer. Si el presidente Pérez tiene el valor para desafiar por el tema de las
drogas al país más poderoso del mundo, cabe la posibilidad de que también tenga
la entereza para desafiar el poderío minero y el valor para ordenar una
consulta popular sobre un tema que puede definir, para bien o para mal, el
futuro de Guatemala. ¡Eso sería tomarnos en cuenta!
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