Mucho se viene escribiendo y publicando por los
diferentes medios de comunicación sobre el movimiento estudiantil que
actualmente está protestando y con sobrada razón. Las nuevas medidas que en
materia educativa el actual gobierno y el ministerio de educación planean poner
en marcha con el objetivo, según ellos, de elevar el nivel de preparación de
las futuras generaciones de maestros, asunto que tiene muchos matices. No se
discute, a la luz del desastre que es el sistema educativo nacional
guatemalteco -que cansa repetirlo- y que se refleja en el pobre nivel de
educación de la gran mayoría de guatemaltecos (auténtico festín de los
politiqueros); que el sistema nacional de educación necesita ser reformado.
Pero las condiciones de profunda crisis, a estas alturas históricas, es
insuficiente. Se requiere en la educación guatemalteca una auténtica
transformación; una reforma resulta un toque cosmético a un rostro que necesita
cirugía plástica. Pero Otto Pérez Molina está incapacitado para impulsarla. Ya
no goza del prestigio que le precedió hace apenas cuatro meses, donde su
posición por la transparencia había adquirido carta de credibilidad. Ahora
responde de manera efectiva a los requerimientos de garrote de las cámaras
empresariales que se escandalizan por la pedrea de adolescentes, inconformes
por una sencilla razón: no hay dinero para dos años más de estudio. La economía
familiar no da para más. No es asunto de elevar de tres a cinco años el tiempo
de estudio o preparación académica de los futuros maestros, pues como lo dice
Luciano Castro Barillas, educador con experiencia en el área rural y
urbana por más de 30 años: (…) Los pénsum o
currículos teóricos de la carrera de magisterio son completos. Lo que falta es
reificación de todos esos conceptos, es decir, llevarlos a la práctica,
hacerlos cotidianos en la vida escolar, colegial o universitaria. De
nada sirven todo un cumulo de conocimientos teóricos si a la hora de la verdad
éstos no se pueden materializar en la práctica, en este caso, la docente.
Manifestaciones de brazos caídos, huelgas de hambre irán y vendrán sin que les
causen roncha alguna en las sentaderas de los dones y doñas que manejan los
hilos del poder en Guatemala, y no lo digo con el malicioso propósito de
restarle méritos a las protestas de los estudiantes guatemaltecos, pues su
actitud es digna de elogios y merecedora de todo el apoyo y ojalá que sea el
catalizador que mueva a todo el pueblo a unirse en una lucha reivindicadora de
sus derechos mancillados, generación tras generación. Pero si lo que estamos
viendo en Chile, Quebec y Montreal, Canadá, en donde los movimientos
estudiantiles mucho mejor organizados y con mayor determinación, nos sirve como
ejemplo, poco o nada se logrará obtener de las autoridades de turno, pues
éstas tienen el poder de reprimir y violentar a quien ose cruzarse en su
alocada carrera por controlar y acabar con todo. Se necesita algo más que
simples protesta.
LA CALIDAD EDUCATIVA EN GUATEMALA VA
POR EL CAMINO DE LA ACUMULACIÓN INFORMATIVA
Luciano Castro Barillas
Escritor y analista político
Se han vertido, en los últimos cincuenta años
en el país, ríos de palabras, conceptos, métodos y acciones sobre los problemas
de la educación nacional. Técnicos nacionales y extranjeros han pasado por el
gabinete devengando jugosos salarios y nos han traído como novedad obsoletas
metodologías y métodos de enseñanza, que a la luz de los resultados y la
profundidad de la crisis de la educación nacional; nada nos han dejado. Sólo
endeudamiento externo, pues los programas educativos, con infinitud de nombres (Prodeprir,
Pain, Escuela Unitaria, etc.) solo han servido para justificar el desempeño,
bien pagado, del Ministro de Educación de turno y sus adláteres, que
invariablemente han sido de derecha. La obra educativa de la Revolución de 1944
nunca tuvo ni tendrá ningún punto de comparación con los gobiernos que
siguieron después de la intervención norteamericana en 1954; pues no hay que
olvidar que el presidente Juan José Arévalo, con todas sus ambigüedades
políticas, era un compenetrado profesional de la educación, cuyo doctorado
obtenido en Argentina le daba la pericia necesaria para conducir, de la manera
debida, la política educativa de esos años. Tenía también a su lado dos
extraordinarios colaboradores, educadores de gran talla y de grata recordación:
el miteco, doctor Juan José Orozco Posadas (cuya obra de la Ciudad de los Niños
perdura hasta la fecha y no es ni la sombra de lo que fue) y el también doctor
en pedagogía, el educadísimo y arquetipo de verdadero maestro, don Raúl
Osegueda Palala; funcionarios de primera calidad que sacaron a Guatemala, en 10
años, del oscurantismo medieval en que estaba inmersa por las sucesivas
dictaduras de liberales y conservadores. Pero toda obra educativa puede ser
trascendente si a la par de la modificación de la superestructura
ideológica (la cual es parte de todos los sistemas educativos), se
modifica el régimen político, el cual a su vez incidirá en la modificación o
reforma de la regimentación social y económica. Es decir, para que surjan ideas
educativas innovadoras, están deben ir precedidas de cambios políticos
profundos. Los ejemplos históricos son muchos y los hay en todo el mundo. La
cibernética actual o automatización en el procesamiento de datos y las
comunicaciones y el desarrollo social y económico de la Rusia revolucionaria,
ese desarrollo educativo como esfuerzo civilizador integral que
nació en la Unión Soviética, e hizo en su momento ser una de las naciones más
avanzadas de su tiempo; fue posible porque primero se dio una Revolución que
trajo entusiasmo y cambios en todo: en el trabajo manual y en el trabajo
intelectual. Fue la época de los grandes descubrimientos científicos y la época
de los grandes educadores como Makarenko, Pávlov, etc. Igual pasó en México,
los grandes avances educativos que tuvo nuestro vecino fue por la Revolución
campesina de 1910, la cual hizo posible que se crearan escuelas en el área
rural, que a Porfirio Díaz, el Ubico mexicano, le importaban muy poco. La
Revolución cubana hizo de la Cuba atrasada de los bohíos y rústicos guajiros,
una nación civilizada, con altos niveles educativos y formativos. La educación
del pueblo chino fue resultado de su cambio de régimen. La China medieval dio
paso a la China socialista, que hoy avanza (aunque algunos digan lo contrario)
con su fórmula particular hacia la construcción de su socialismo
estratégico, siguiendo las viejas tradiciones ideológicas del marxismo
clásico: tomar los elementos progresivos del capitalismo para crear un nuevo
modo de pensar, actuar, relacionarnos y crear una nueva sociedad. El marxismo
no es otra cosa que la revisión crítica del capitalismo. Y así, son muchos los
ejemplos históricos que explican los avances educativos de los pueblos del
mundo. Las ideas educativas, las propuestas de métodos y metodologías (la
metodología es la teoría del método), las didácticas alegres e imaginativas,
pasan ante todo porque una nación, una sociedad, tenga que comer, donde vivir,
trabajo, salud y seguridad. Es decir, toda pedagogía tiene como sustento una base
material. Es su currículo material. Sobre esa base material crece el
edificio pedagógico con diferentes ámbitos, con variados espacios de felicidad:
maestros, niños, adolescentes, padres de familia; didácticas creativas, teorías
enaltecedoras del hombre, pero sobre todo como decía el gran educador
norteamericano: “Se educa al hombre para la vida, realmente, no tanto para
saber”. Es decir, la educación para hacernos mejores personas. Pero no
necesariamente la buena educación la certifican los títulos académicos, los
cartones aparatosos y rimbombantes de master y doctores. Ya ve usted un caso
guatemalteco: Alfonso Portillo era licenciado en derecho y doctor en economía,
sin embargo, por encima de su formación, de sus estudios, en definitiva su
verdadera vocación era la de ladrón. Allí está en la cárcel, a donde van a
parar, con frecuencia, dos tipos de hombres: los injustos, pero sobre
todo los mal educados. Ya lo decía el filósofo romano de origen español,
Séneca, de la escuela de los cínicos: “Educad y corregid a los niños
para que no tengáis que castigar a los hombres”. Pero la historia de
la educación y sus grandes propuestas doctrinarias y metodológicas las
encontramos de manera más inmediata en Brasil, con el brillante y liberador
pedagogo Freire. Él fue categórico al afirmar que la educación bancaria (se
refería al hecho de confundir educación con el simple hecho de acumulación de
datos, o banco de datos) no es realmente educación. Se puede tener mucha
información, muchos títulos, pero no necesariamente se es una persona
educada. Hay personas con gran formación y posición económica, por
ejemplo, la familia Barreda, ambos altos magistrados del organismo judicial
guatemalteco, que crearon un monstruo -su hijo- que mató a golpes a su
esposa Cristina Siekavizza, sólo para citar un caso de amplia cobertura
mediática. Este muchacho se “educó” (o recibió información) en los mejores
colegios de los niños bien de Guatemala, y no obstante su
proceder fue el de una persona que no sabía ni la o por lo redondo, que
había salido de una letrina, no de una escuela. En fin, hay muchos
palurdos ejemplos de personas educadas en el extranjero que son unos auténticos
orates.
Por lo tanto, la buena educación la hace, al
final, una “una simple idea, que ordena y compromete la vida”,
como lo dijera en su momento André Malraux, en la definición que hacía de un
intelectual. Buscar calidad educativa en un país en las condiciones políticas,
sociales y económicas en que se encuentra Guatemala no es posible y está, sin
duda alguna la actual iniciativa política del partido en el poder, condenada al
fracaso. No hay cimientos, base material, reformas políticas movilizadoras
impregnadas de entusiasmo ciudadano sobre la cual edificar esas ideas
pedagógicas. La propuesta de la ministra y de Otto Pérez Molina es obsoleta,
desfasada totalmente e impráctica. El problema de la educación guatemalteca no
es de acumulación bancaria. Su mediocridad es resultado de la mediocridad de
sus dirigentes políticos por décadas. ¿Cómo? ¿Con familias disfuncionales? ¿Con
maestros que viven en constante riña con sus compañeros docentes? ¿Con vecinos
que no contestan un salud? ¿Con funcionarios rateros a todos los niveles? ¿Con
politiqueros que habitan en el estercolero de la política nacional? Casi nadie
estudia, pues, para saber (en un fuera de lugar de lo dicho por Dewey) sino
para tener. Nadie quiere ser, sino consumir. Nadie quiere educarse, sino
aparentar. La calidad de la educación en Guatemala tiene que estar precedida
por una profunda reforma política, social y económica, que será hoy
y siempre su principal base curricular. Lo demás, son puras tonterías.
Que los muchachos y los padres de familia
rechacen el tiempo de estudio de la carrera del magisterio elevada de tres a
cinco años, creo que tienen la razón: la crisis económica nacional no permite
esa ampliación temporal. A duras penas los padres logran apoyar a sus hijos en
tres años de estudio… cinco son desmesurados para la pobre economía de los
guatemaltecos, que al final egresan graduados -en el mejor de los
casos- sin posibilidad de conseguir empleo. La ampliación de los años de
estudio de esa carrera sólo será un ingrediente más a la crisis general que
vive el país. Por eso se dan las manifestaciones de los estudiantes: ante la
incomprensión de los funcionarios de pobreza familiar y el poco entusiasmo por
encontrar, a futuro, un puesto de trabajo. Que urge mejorar la calidad
educativa, eso también es cierto, pero sucede que en las condiciones arriba
apuntadas, la iniciativa del actual gobierno se traduce en el viejo refrán
popular de que “Dios le dio dientes a quien no tiene quijada”.
Publicado por La Cuna del Sol
1 comentario:
que buen trabajo de investigacion se nota la elocuencia que tiene y sobre todo refleja la realidad de la educacion en nuestro pais.....
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